viernes, septiembre 22, 2006
El fuego trangresor de "Shanghai Baby"
Se que es un refrito pero queria que este texto estuviera aqui...
Reseña de "Shanghai Baby" de Wei Hui (Planeta Internacional, 2000)
"- ¿Quién eres tú?- preguntó en voz baja. Asustada, pensé un rato. Una sensación de oscuridad tierna y amarga me envolvió. De pronto no supe qué contestarle a esa anciana cansada y desesperada.
- Sí, ¿quién soy? ¿Quién soy yo?"
Luego de una incesante búsqueda introspectiva que se extiende por más de 250 páginas, arribar a este final resulta desalentador. Y no porque las líneas de "Shanghai Baby" de Wei Hui se hayan tornado pesadas o insulsas sino porque, en esa realidad que existe fuera de la literatura, la pregunta quién eres también tiene esa respuesta.
Esta controversial obra fue catalogada de decadente, viciosa y pornográfica, por lo que se prohibió en China luego de que se vendieran 80 mil libros en dos semanas. Una hoguera con 40 mil ejemplares de "Shangai Baby" ardió en una plaza pública comenzando el siglo XXI, tras ser considerada esclava de la cultura extranjera. Pero la llama, como es de suponerse con las creaciones que generan polémica, no quedó allí. El fuego de "Shanghai Baby" se extendió por el mundo hasta traducirse en 24 idiomas, convertirse en un éxito editorial en Europa y pasar a ser la novela más leída de China con más de dos millones de ejemplares piratas corriendo de mano en mano.
Wei Hui, con 29 años, narra la historia de Nike, una aspirante a escritora a quien sus amigos llama Cocó, por la diseñadora Cocó Chanel, que en pocas líneas se asoma como la propia Wei y que en el Epílogo final del texto lo confiesa de viva voz. Cocó, en una crisis creativa que a la vez es de identidad personal, cuenta los conflictos por los que atraviesa con su pareja, Tiantian, un joven vulnerable y tierno que la satisface en espíritu pero no sexualmente. “Mis dedos frotaron furtivamente la flor inflamada entre mis piernas. El orgasmo vino de repente, y un espasmo se expandió por todo mi cuerpo. Retiré los dedos empapados de mi hendidura sensible y, fatigados, me los llevé a la boca. Con la lengua degusté el sabor dulce, crudo, melancólico, el sabor más verdadero de mi cuerpo. El rayo de luz de luna desapareció de la sábana y la pequeña serpiente se desvaneció como una voluta de humo".
Las inconformidades y desavenencias se demuestran de forma corriente hasta que entra en esta escena shanghainesa el tercer protagonista: Mark, un empresario alemán que se involucra con Cocó a pesar de estar casado. "Por todos lados había errores cometidos a propósito o sin querer; por todos lados había arrepentimiento y culpa. Esas cosas existen en todas las fibras de mi cuerpo, en cada nervio".
Con intención o sin ella, "Shanghai Baby" tocó recodos sensibles de la sociedad china que la catapultaron hasta romper las barreras del sonido del mundo editorial, sin que el argumento en si mismo la inmortalice en la historia de la literatura. Como a esas producciones cinematográficas que hacen que deslaves de cinéfilos se adentren en las salas de proyección ya que tratan ocultos temas eclesiásticos y, pasado el tiempo, no se les recuerda más que por el ruido de la polémica.
Cocó escucha Portishead, usa colonia Shisheido, se viste con ropa sensual y exhibicionista de colores ácidos y asiste a locales nocturnos en los que las drogas y el alcohol son los platos principales. Disfruta y padece las mieles y los crímenes de lo universal en mundo creado con prosa fresca y ligera. A pesar de estar a más de medio día de diferencia -geográficamente-, leer Shanghai Baby es sentir la inevitable aversión y el delicioso arraigo de ver la imagen transgresora en el reflejo de un espejo, en un mundo civilizado y global que sigue cometiendo la barbarie de quemar libros sin saber que esas llamas se explayan sin fronteras. "Siempre existirá un momento en el cual un toque noble, sin culpa, se apodere de nuestros corazones, como cuando la mano de Dios se extiende y en trance hace un gesto vacío en el mundo".
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
leer el refrito acá me recuerda que aun no he leído el libro en cuestión...
;-)
Fue toda una feliz odisea que el libro llegara a tus manos. La excusa para entregarlo, más divertida y de cartón, imposible. Hubo ojos de tigre y toda una triquiñuela para que abrieras la puerta y entonces apareciera la Wei Hui. Estabas triste, recuerdo. Pero después ya no tanto. Y eso fue lo mejor de la tarde...
Publicar un comentario