miércoles, noviembre 29, 2006

Restaurante chino

Quiere jugar al trabalenguas. No entendemos lo que pregunta y, en un acto de complicidad milenaria, cruzamos nuestras miradas y nos echamos a reír. Somos dos, señor. Pasen pol aquí. La luz que sale de las lámparas es casi tan amarilla como la tez de los mesoneros. Las cortinas y las lámparas no son rojas, como en In the mood for love, pero los muebles donde estamos sentados sí. La distancia entre una silla y otra asoma la posibilidad que más temo: hablar de nosotros, pero por separado.

Sonrío nerviosa. Trato de esconder mis ansias y los miedos detrás de la risa. Bueno, también es que el terciopelo sobre el que estoy sentada me da cosquillas. Nunca uso falda pero esta noche sí, porque es especial, definitiva. Me entra el frío por las piernas. Tiemblo. Comienzo a imaginar que hablas, al fin. Eres hermosa y me gustas. Por eso estoy en este restaurante chino. Disfruto de tu presencia. Me ruborizo porque, aunque era lo que quería escuchar, no lo esperaba en ese momento. Bajo la mirada, que siempre me delata, y comienzo a jugar con el borde del vaso como si fueran mis dedos pasando por tus labios. Levantas la mano y apartas el cabello de mi rostro. Qué ternura de movimiento. Nuestros ojos se fijan otra vez. Me pierdo de nuevo. Bajas la mano hasta debajo de la mesa y tus dedos comienzan a jugar a los círculos, igual que los míos, pero sobre mis rodillas. Caminan lento, sin preguntar, sabiendo su destino. Cómo hago para que dejen de temblar. En un instante, la piel se eriza. Tu mirada anclada en la mía, sin querer partir. Me ahogo.

Señolita, cuál e’ su olden. Estás concentrado, mirando el menú. Estoy segura de lo que escogerás. Shop Suey y un especial con pollo y camarones, igual que las últimas siete veces que hemos cenado juntos. Me doy cuenta de que ya desperté. Lástima. Con la boca llena no se habla y menos se despiertan besos en un restaurante chino. Será en la próxima cita.

miércoles, noviembre 22, 2006

la venus y la ciudad



(publicado en elcautivo.org)

La primera vez que vi a Milagros Socorro no sabía que era ella. Estaba inmersa en el panel de un foro sobre periodismo literario pero yo sólo reconocía el tono de sus letras, no su rostro. La buscaba entre los asistentes con la certeza de que su verbo me iba a hacer señas, con los brazos extendidos, para decirme que era ella, pero no fue así. Sin embargo, cuando la ponencia comenzó el discurso fue contundente. Bastaron dos descripciones sobre las inquietudes que le proporcionaba su rostro reflejado en el espejo para saber que la tenía frente a mí, haciendo alarde de su palabrería para cautivar al público. Tenía un peinado que evidenciaba al menos dos horas y media de intenso trabajo, las uñas esmaltadas de rojo y unas piernas cubiertas por medias pantis que terminaban en tacones dignos de equilibrista. El perfecto antónimo de mi imagen de una escritora enraizada con las voces de la calle.
Recordé de inmediato a “La Venus del Cafetal”. Una crónica que le valió a Milagros Socorro el premio del concurso de Crónica Urbana de El Diario de Caracas en 1994, dotado de 50 mil monedas. A galope rápido pero nunca atropellado, moldeó con su verbo un mito de hechura deportiva a la vez que sensual. De pocos y apretados atuendos, lycra y franelita, la chica in de la década pasada se erigía entre las vías a las seis de cada mañana como una diosa desarraigada y disciplinada, con sabor a yogurt en la lengua y sudor perfumado.
Avenidas de ilustres personajes olvidados, nomenclatura de señalizaciones, edificios, mercados y verduras, el enmarañado tráfico que genera la superpoblación de Los Samanes en la avenida principal de El Cafetal –que en realidad se llama Raúl Leoni- e inútiles fiscales de tránsito que se rinden ante el reto de poner orden, recrean la ciudad que se levanta activa y libre con el amanecer, igual que la Venus, en una practica de inevitable nexo con el espacio público. Para la Venus no existe punto de comparación entre la rutina de un asfixiante gimnasio y el ritual de dominar con su trote la avenida del ex presidente.
Pero como la realidad se impone en su afán de plagar al arte, y la crónica es “la verbalización de la mirada desde una perspectiva individual”, en boca de la propia Milagros Socorro, rasgos de la actualidad venezolana se asoman en el texto para saludar al lector en un ejercicio de catarsis. La indiferencia de los gobernantes para con los ciudadanos y de los ciudadanos para con su entorno, el quiebre financiero de varios bancos y esta vaina que nos han echado, son algunos de los pícaros guiños en “La Venus del Cafetal”. Para esta periodista egresada de LUZ, que se negó a vivir aferrada a una olla mondonguera en algún confín de la Sierra de Perijá, la mirada en la crónica es la que actualiza los hechos y les da pertinencia, lejos, muy lejos, del discurso irrestricto y almidonado del periodismo informativo. Por eso la linda muchacha que corre por las calles no es sólo la que Milagros Socorro observa desde el balcón de su casa, es muchas muchachas, es un poco de todos los que vivimos custodiados por El Ávila.
La segunda vez que vi a Milagros Socorro me reconcilié con ella. Esta vez Mili –como la llaman los suyos- me otorgaba una entrevista en su casa y se había desprendido del traje de diva para sortear la palabra frente a su computador, en los últimos toques que le daba a un reportaje para la revista Exceso. Tenía el cabello recogido con desenfado en cola de caballo, zapatos deportivos y una franela pasada de uso.
Me aseguró que nada en la crónica es inventado. Todo es cierto. A la Venus la ve a diario, los nombres de los edificios que vigilantes la observan desde la acera, así como también el listado de las calles, los anotó en su libreta, como siempre hace en su empeño de recrear la realidad e inyectarle vida a sus textos sin fronteras de géneros. Porque Milagros, Venus del lenguaje, poseedora de un rostro que mezcla señas de las Antillas y otros trazos de la Guajira, no le pone barreras a la creación y a su irrefrenable pasión por la palabra.
“La Venus del Cafetal” es de lenguaje fresco, prosa ágil y altiva. La narradora envuelve con una voz personal que no titubea sino que grita, sin reservas, lo que ve desde su esquina. Vuelve a su tema recurrente del feminismo y la femineidad pero también vislumbra la batalla y las costumbres consumistas de la clase media cuando nos cuenta que una sucursal de Quinta Leonor desplazó al Cine Caurimare.
Sin nombre propio, la Venus es el símbolo de la modernidad de una ciudad que continuó creciendo a pesar de no progresar. Y es que Milagros Socorro no sólo captura la figura y la idea de un personaje que piensa, duda y trota, que se refugia en la urbe para no sucumbir a la desesperanza, sino que también retrata con fino trazo los rasgos y el palpitar de la Caracas de los noventa.

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Socorro, Milagros. “La venus del Cafetal”, Criaturas Verbales. Caracas: Ediciones Angria, 2000

martes, noviembre 21, 2006

se dice diferente

Me explican que en italiano hay un sinonimo para el verbo vomitar (rimesso) y en español no. Que “pignoli”, no son las frutas secas de las “piñas”, esas que caen de los pinos y se usan en Navidad, sino que son esos que te ladillan por su mania de perfección, incluso en las fiestas. Que las tipas que se la "tiran" en Italia no gozan ni son bien recibidas, porque en italiano "tirar" no significa tener sexo, como en Caracas, sino que quiere decir "echarsela", y mas bien resultan fastidiosas. Me entere hoy que "successo", no quiere decir que algo ocurrio sino que tuvo "exito", como ìen una especia de teoria (a lo Madona) en la que todo lo que pasa, siempre es bueno.

Aqui entre el sueño de dormir, porque el cuerpo esta cansado y debe reposar, y ese sueño que te lleva a otros mundos, a otras vidas, ese estado que te sirve de descarga de miedos y tensiones del mundo que vivimos todos los dias, se diferencia tambien a trasves de las palabras (el primero se dice "sonno" y el segundo "sogno").

Me dijeron que en Italia tienen exito los reality show, que la euforia por ser campeones del mundo (en futbol) dura cuatro años, que en Roma la comida china es buena. Tambien que con un texto periodisco se puede jugar a hacer literatura instantanea, aunque al dia siguente los perros se la vayan a “pisciar” (hacer pipi).

Me dijeron que tambien los italianos están divididos en dos bandos politicos, pero que ya saben que no tiene sentido matarse por esas ideologias. Me contaron que no fue facil aprenderlo, que pasaron muchos gritos y tiros y bombas y muertos, antes de entenderlo.

Me dicen que tantos años de historias les ha envejecido el animo y las ganas, que ahora todo esta manos en puros viejos que no cree en la frescura ni en la juventud. Que hay que esperar que alguien vaya en pensiom, porque no da mas, o peor aun, que se muera de una vez, para asi poder pensar que tambien tiene derecho a un espacio.

Me enseñaron que ese estado en el que sueño y realidad se mezclan tiene un nombre y parece de musica(assonato), que de invierno los dias se hacen cortos, y uno pasa calor porque en todos lados prenden la calefaccion. Que no todas las lanas pican, que la tenporada de castañas tambien tiene fin. Que en navidad no todo es gris y se consiguen flores. Que la gente en esos meses frios hace fiestas dentros de las casas, y se refugia en teatros y cines, para apreciar con locura los espacios abiertos que regala el verano. Y el mar, el mar...Me dijeron que en cualquier lugar del mundo se puede ser feliz, siempre que la traqnuilidad la lleves dentro.

Y, que más, no miento del todo al decir que les creo.

lunes, noviembre 20, 2006

macumba literaria

como si se tratara de una macumba con efectos inmediatos, a pesar de la distancia, Cocaina Miss se trasformo en tinta sobre papel. Solo me basto publicarla en mi blog, luego que un amigo me insistiera de meter algo nuevo en ese espacio -no vaya a ser que por improductividad me abandonen los mios, que se aquite la pluma y no vuelva a escribir mas, o me la expropien y listo- y la magia llego.

quizas fue tomasito o isabelita, que escucharon mis plegarias y de una forma que no me esperaba conjuraron mi presencia en Caracas en forma de verbo. Para que se me agote la tristeza, esa que apachurra los sentimientos en el pecho y nace de la ausencia.

pero, volviendo a la macumba literaria, el cuento mencionado vio la imprenta y anda de mano en mano , en la ciudad de la que soy,(aunque no tenga la calidad necesaria y me avenguence tanto)junto a los textos de un monton de gente querida y talentosa que se empeño por casi un año en los talleres de escritura creativa del Celarg.

Poesia, ensayo, narrativa y dramaturgia, son algunos de los generos que nos dedicamos a leer, y con los que inmediatamente nos pusimos a experimentar.

Yo, una vez, estuve con Bracho en el de Periodismo Literario, y en esa segunda aventura de "taller literario" quise meter mano a la dramaturgia, por esa obsesion mia de querer escribir teatro. Pero en cambio la narrativa me sedujo una vez mas, como tantas otras, y termine asistiendo a las reuniones de Wilfredo Machado. Los jueves en la tarde, si no recuerdo mal.

Cada encuentro cerraba con unas birras en las tantas tascas de Chacao y deliciosas discusiones sobre la palabra. La palabra gente, esa es la salvacion. El puente que nos une con el otro, el vaso comunicante que nos hara resolver nuestras diferencias.

Debo, sinceramente, aceptar que estar ahi, en ese lugar y con esa gente, cambio mucho mi vida. y ahora, indudablemente, me hace creer (mas?!) en las sorpresas del destino.

bravo por lucy, la cocaina miss.

lunes, noviembre 13, 2006

Cocaina Miss


(otro refrito)

En la esquina, Lucy maquilla de alegría sus labios. Está desfilando un modelo de satén negro, con imitaciones de diamantes y un escote recto. Tiene las piernas cansadas de tanto pararse en el mismo lugar. Los tacones le dejan al descubiertos las uñas, pintadas de rojo, que seducen a las miradas que bajan hasta el suelo prometiéndoles la gloria empacada en una caricia. La pasarela está iluminada y la música silencia los posibles gritos violentos de la noche. Porque esta es una noche tan linda, que cualquiera de nosotras podría ganar.

La competencia se ha puesto dura y eso pone a Lucy de un humor que no vende. Hay que sonreír, grande y siempre, hasta que se sequen los dientes. Hay que lucir hermosa, irresistible, a pesar de la lluvia y el cansancio, porque esos otros que miran detrás del vidrio son implacables. Son víboras, con ojos fijos y lenguas venenosas, que atacan sin saber, sin que les importe nada. No conocen de circunstancias ni de almas. Sólo de mordidas y cuerpos.

Hay quienes dicen que lo hacen por putas, que en el fondo les gusta que las vean así, que las vivan y la imaginen; otros se secan las lagrimitas y le dan la espalda a su propia lástima. Pero todos tienen sus apuestas sobre el escenario. ¿Quién ganará? Como en todo, la que más aguante. En eso Darwin no se equivocó.

Lucy saca la polvorera de la cartera dorada que le regaló la mamá. Se la dio hace cinco cumpleaños, en su fiesta de quince, después que se fueron sus amigas y se apagó la música. Antes de que entrara Lucho, el nuevo candidato a padrastro. Lucy no puede llorar porque el llanto se le pone negro y le mancha la cara. Y en los concursos no se llora.

Trata de taparse las ojeras pero es imposible. El polvo que tiene sólo sirve para inhalar y está escondido en una bolsita, detrás del espejo, el mismo que guarda los reflejos más patéticos de su imagen. La coca baja el nudo que tenía atravesado en la garganta mientras las luces se encienden y sigue el espectáculo.

Adelante se paró un carro. No es de utilería. Parece un modelo de este año, rojo como las uñas de sus pies. Lucy sigue desfilando sobre el asfalto. Se acerca a él dando pasos rítmicos y calculando la tierra firme entre los charcos, evitando llenarse de barro los tacones. Puede que en esta noche tan linda ella sea la escogida y en el hotel que está en la esquina este de la 4ta transversal de la avenida Libertador, no pueden darse cuenta de que no se lo esperaba.

martes, noviembre 07, 2006

Alberto Barrera Tyszka ganador del Premio Herralde de Novela

El jurado de la 24a. edición del Premio Herralde de Novela decidió otorgar ese prestigioso galardón a la novela La enfermedad, de Alberto Barrera Tyszka, siendo la primera vez que un venezolano se hace acreedor de ese premio otorgado por la editorial española Anagrama.

El Premio Herralde de Novela, con una dotación de 18.000 euros, recibió en su 24a. convocatoria 172 originales de los cuales fueron seleccionadas El espejo de los tiempos futuros, del mexicano Felipe Nogeles (pseudónimo); La enfermedad, del venezolano Alberto Barrera Tyszka; Muerte de un murciano en La Habana, de la cubana Teresa Dovalpage; Que la tierra te sea leve, del peruano Ricardo Sumalavia; Búnker, de Javier Salinas, y Paisaje perdido, de María Tena, siendo la obra de Barrera Tyzska la seleccionada por el jurado compuesto por Salvador Clotas, Juan Cueto, Esther Tusquets, Enrique Vila-Matas y el editor Jorge Herralde, para recibir el galardón. Sólo 6 latinoamericanos han sido galardonados con este premio a lo largo de sus veinticuatro ediciones: el peruano Alonso Cueto (2005); el mexicano Juan Villoro (2004); el argentino Alan Pauls (2003); el chileno Roberto Bolaño (1998); el peruano Jaime Bayly (1997), y el mexicano Sergio Pitol (1984). Con este galardón, Barrera Tyszka pasa a integrar el “Club Anagrama” compartiendo el catálogo de una de las editoriales independientes más prestigiosas de lengua castellana con autores como Paul Auster, Martin Amis, Antonio Tabucchi, Truman Capote, Patricia Highsmith, Alfredo Bryce Echenique, Roberto Bolaño y Augusto Monterrorso, entre otros.

En la edición anterior, donde ganara la novela La hora azul, del peruano Antonio Cueto, el venezolano Oscar Marcano estuvo entre el grupo de 17 finalistas, con su novela Puntos de sutura. La buena noticia para los venezolanos en este momento se llama: La enfermedad. Felicitaciones a Barrera Tyzska.

(De Ficcion Breve)

miércoles, noviembre 01, 2006

en el kiosco mas cercano



una noche en el billionaire, el local de Briatore (el mismo de la F1).
por tan solo 8.000 bolivares, que no empobrecen ni enrriquecen a nadie.